2013/11/30

El «pacto» Caldera - PCV

Leyendo un artículo de nuestro fraterno amigo Jesús Silva hay, a mi modesto entender, algunas imprecisiones de orden histórico y de apreciación política, especialmente, cuando se trata de «evaluar» la trayectoria del Partido Comunista de Venezuela.
El PCV, el marxismo y  el campo socialista,  se convirtieron en el comodín para todo cuanto izquierdista quisiera demostrarle al imperio yanqui que, la única forma de estar en la honda, era tratando de descalificar a los comunistas.
Se habla de «pacto de Rafael Caldera con el PCV» para las elecciones de 1993. Mucho se habla, también, del «pacto» entre Stalin y Hitler, en el prolegómeno de la II Guerra Mundial y que, todo cuando sucedió después, «no fue culpa del fascismo hitleriano, genuino representante de lo más putrefacto del capitalismo alemán, sino del camarada Stalin». Pues, en esos momentos, ganar una semana de paz significaba decenas de aviones y tanques construidos para la defensa de la URSS, porque todos en el gobierno bolchevique sabían que el rearme de Alemania, estaba dirigido para exterminar al gobierno revolucionario, llevado a la victoria gracias al Partido fundado por Lenin.
Luego vino el «pacto» entre EEUU, Francia, Inglaterra y la URSS, en contra del III Imperio alemán. El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Quiere esto decir que, si nos limitamos al fenómeno sin auscultar la esencia, entonces, los propagandistas del nuevo fascismo mediático tendrían la razón, al culpar de todos los males a los revolucionarios.
Para teorizar con precisión, porque teorizar es conocer, los revolucionarios hemos apelado a las herramientas que nos proporciona el marxismo-leninismo, sobre todo cuando se trata del aspecto táctico. Lenin nos recomendaba que en el análisis no se aceptan blandenguerías o caprichos. La realidad se analiza tan cruda como es, y la síntesis debe tomar en cuenta lo que nos gusta y lo que no. Unidad y lucha de los contrarios, cantidad y calidad y negación de la negación, más las diferentes categorías, son verdaderas reglas de oro para incursionar en el mundo de la abstracción y separar en todas sus partes el objeto que estudiamos, buscar y conseguir donde reside la contradicción principal, dónde está la debilidad del adversario y como ponerla al servicio de los objetivos estratégicos. Suena complejo, pero, es la única manera. La política hay que abordarla como ciencia.
Lo estratégico: el socialismo; cómo llegar, implica el manejo cotidiano de la teoría. En lo táctico, lo inmediato, se puede avanzar en línea recta, en zigzag, retroceder…
La dialéctica nos confirma que todo está en movimiento. Lo que hoy es nuevo, mañana puede aparecer como obsoleto; que hay procesos de acumulación, de maduración, impulsados por las contradicciones en cuyo epicentro aparece la lucha de clases como denominador común para preparar el salto cualitativo, tal como sucedió el 4 de febrero de 1992…
En la vida política de Venezuela se han dado casos que adornan esta afirmación. Pompeyo Márquez, Petkoff, Américo Martín, Bandera Roja, aparecían como abanderados de la antítesis del capitalismo en Venezuela. Sin embargo, cuando se da el salto revolucionario con la presencia del Comandante Chávez en el escenario político, sus respectivas concepciones de clase los llaman a su verdadera ubicación. Sólo de pensar que éstos estaban siendo los llamados a ser comandantes de la revolución si la FALN hubiese triunfado en la década de los 60…
En lo que va de 1947 hasta nuestros días, el Partido Comunista sólo ha presentado candidato propio en las elecciones de 1947 con el camarada Gustavo Machado y, en 1978, con Héctor Mujica. Del resto, nuestra lucha siempre se ha centrado en lograr la conjunción de fuerzas democráticas, buscar coincidencias, por pequeñas que ellas fuesen, buscando salidas que mejoraran las condiciones de nuestro pueblo. No era cómodo para muchos candidatos «aceptar el pacto» con el PCV. No olvidemos que la única política del Estado venezolano era el anticomunismo, además, nuestro caudal de votos no superaba el uno por ciento. Fue así como en 1952 apoyamos a Jóvito Villalba para tratar de sacudirnos la dictadura de Pérez Jiménez. Y, en la conformación de la Junta Patriótica contra ese gobierno, estaban trabajando juntos, adecos, comunistas, urredistas y copeyanos…
En 1958 nuestro apoyo fue para Wolfgang Larrazábal. En 1963, nos decidimos por todo o nada y escogimos la lucha armada, cuestión que fue observada por el resto del movimiento marxista internacional como un error y yo, personalmente, llego a la conclusión que, al elegir el camino de las armas en aquellas condiciones, el PCV no fue marxista. El marxismo nos induce a la investigación objetiva para  determinar la correlación de fuerzas existentes, no las deseadas.
En el año 1968 fuimos con la tarjeta pequeña, porque al ofrecerle nuestro apoyo a Prieto Figueroa, éste aceptaba, pero con la tarjeta morada… Sin embargo, internamente se dio la orden de votar por Prieto, y con la pequeña, por UPA. ¿De dónde venía Prieto Figueroa? Anticomunista de uña en el rabo. Pedía que se le otorgase el título de anticomunista número uno de Venezuela, pero, en ese momento, el sector más popular de AD se sumó a esta candidatura y Prieto propinó un golpe importante a las aspiraciones electorales de Gonzalo Barrios, candidato de AD. Entre el MEP de esa época  y el PCV, sólo había en común el enfrentamiento contra la cúpula apátrida de AD… En 1973 apoyamos a través de la Nueva Fuerza, a Paz Galarraga, sec. General de AD durante toda la década de 1960, pero, en ese momento coincidía con nosotros frente al bipartidismo, y su programa de gobierno, era aceptable.
En 1978 ante la imposibilidad de lograr la alianza de la izquierda, el PCV lanza como candidato a Héctor Mujica, uno de sus destacados dirigentes obteniendo el 0,55 por ciento de los votos. En 1983, nuestro candidato fue José Vicente Rangel. En 1988, Edmundo Chirinos, después de haber recorrido todos los escenarios en búsqueda de la unidad de los sectores progresistas.
En 1993, nos acercamos a la Causa R, la misma del Andrés Velásquez de hoy. Nos dijeron que la única forma de aceptar nuestro apoyo era que los comunistas, cuyo partido fue fundado en el año 1931, votaran con la tarjeta de la «ERRE» invertida… No podíamos aceptar semejante condición. Se presenta entonces la discusión en el seno del Partido. A) Participar con candidatura propia,  B) Abstenerse y C) Apoyar a Rafael Caldera, que había presentado “La carta de Intención”. Pero ¿apoyar a Caldera, para qué? ¿En busca de prebendas burocráticas o para enfrentar a Claudio Fermín y Alvarez Paz, como redomados representantes del neoliberalismo? Caldera estaba liquidando a una pata de la mesa del bipartidismo. Copei, como partido, no ha vuelto a levantar  cabeza. Apenas Caldera echó a un lado su Carta de Intención, el PCV le retiró su apoyo. Nunca acudimos a ministerio alguno en busca de cargos o favores. Yo participé en esas discusiones y estuve de acuerdo con esa candidatura en ese momento.
Sin titubear, fuimos los primeros en apoyar la candidatura del Comandante Chávez y celebramos como ninguno, la victoria electoral del 6 de diciembre de 1998.
Es bueno también acotar, que en todos estos «pactos» nunca estuvo en juego el perfil ideológico y revolucionario del PCV.

                                                                  Euro Faría.

Caracas, 30 de noviembre de 2013

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