El control de la América Latina por parte de los Estados Unidos no ha cesado. Sólo han cambiado los métodos. Hoy se emplea el «Smart Power». ¿Qué es lo inteligente de ésta concepción? Es una forma de política dificil de clasificar, dificil de detectar y dificil de desmontar. El caso de Honduras es ejemplar. Por un lado, el Presidente Obama condenaba al golpe contra el Presidente Zelaya, y por otro lado, su embajador en Tegucigalpa se reune constantemente con los golpistas.
Pero la administración de Barack Obama ha optado por una mutación de estos dos conceptos, fusionando el poder militar con la diplomacia, la influencia política y económica con la cultural y legal, y llamándolo el «poder inteligente» (Smart Power [1]). Su primera aplicación ha sido en el caso de Honduras, con el golpe de estado, y hasta hoy, ha funcionado a la perfección.
Decía la Secretaria de Estado Hillary Clinton en su audiencia de confirmación ante el Senado de Estados Unidos, que «debemos utilizar lo que se ha llamado el «smart power», el rango completo de herramientas que están a nuestra disposición – diplomáticas, económicas, militares, políticas, legales y culturales – escogiendo la herramienta correcta, o combinación de herramientas, para cada situación. Con el «smart power», la diplomacia sería la vanguardia de nuestra política exterior.» Luego, Clinton reforzaba este concepto afirmando que «el camino más sabio es primero utilizar la persuasión.»
¿Qué es lo inteligente de ésta concepción? Es una forma de política dificil de clasificar, dificil de detectar y dificil de desmontar. El caso de Honduras es ejemplar. Por un lado, el Presidente Obama condenaba al golpe contra el Presidente Zelaya, y por otro lado, su embajador en Tegucigalpa se reunía constantemente con los golpistas. La Secretaria de Estado Clinton repetía muchas veces durante los últimos cuatro meses, desde el primer día del golpe, que Washington no quería meterse ni influir sobre la situación en Honduras – que eran los hondureños que tenían que resolver su crisis, sin alguna injerencia externa.
El golpe de Estado en Honduras cuenta con el apoyo de la administración Obama.
El «smart power» de Obama/Clinton logró su primera victoria durante los primeros días del golpe cuando los estados miembros de la OEA aceptaron la solicitud de esperar 72 horas para «darles tiempo» en Honduras para resolver su crisis. Luego vino la imposición de la mediación de Arías, y ya, de haber cedido tanto espacio a Washington, el imperio tomó el reino y lo llevó hasta el final. Cuando el presidente Zelaya se fue a Washington para reunirse con la Secretaria de Estado Clinton, fue obvio quien estaba en control. Y asi lo jugaron, alargando el tiempo hasta el último momento para no permitir un regreso de Zelaya que tuviera el espacio de revertir lo que ya se habían logrado.
El pueblo se quedó fuera, los meses de represión, violencia, persecución, violaciones, toques de queda, cierres de medios de comunicación y torturas y asesinatos, se han olvidado. Menos mal, como dijo el Subsecretario de Estado Thomas Shannon, luego de lograr hacer firmar el «acuerdo» entre Micheletti y Zelaya, que la situación en Honduras se pudo resolver «sin violencia».
Al firmar el acuerdo el pasado 30 de octubre, Washington «levantó» las pocas restricciones que habían impuesto para presionar al régimen golpista. Ya pueden sacar sus visas y viajar al norte, no se tienen que preocupar por los millones de la USAID que ni siquiera se habían suspendidos.
Olvídanse del torturador Billy Joya y los paramilitares colombianos enviados para ayudar al régimen golpista «controlar» la población. No se preocupan por el arma sónica LRAD utilizado para torturar a los habitantes en la embajada de Brasil, durante la estadía de Zelaya. No pasó nada. Como dijo Thomas Shannon, «felicito a dos grandes hombres por haber logrado este acuerdo histórico». Y la Secretaria de Estado Hillary Clinton comentó que «este acuerdo es un logro tremendo para los hondureños». ¿Disculpa, para quién?
En el final el celebrado «acuerdo» impuesto por Washington sólo llama al congreso de Honduras – el mismo que falsificó la renuncia de Zelaya para justificar el golpe, y el mismo que apoyó la instalación ilegal de Micheletti en la presidencia – de determinar si quieren o no restituir a Zelaya en la presidencia. Y sólo después de recibir una opinión de la Corte Suprema de Honduras – la misma que opinó que Zelaya era un traidor por promover una encuesta no vinculante sobre una posible reforma constitucional y la misma que ordenó su captura violenta.
Según el «acuerdo», una comisión de la verdad supervisará la implementación de los términos acordados. Hoy anunciaron que la comisión será liderada por una ficha de Washington, el ex presidente chileno, Ricardo Lagos. Promotor de las políticas neoliberales de Washington, Lagos es co-director de la Junta Directiva del Diálogo Interamericano, un centro de pensamiento estadounidense de la derecha que analiza los temas relacionados con América Latina.
También fue encargado por la National Endowment for Democracy (NED) para crear una versión chilena, la Fundación Democracia y Desarrollo, para «promover la democracia», al estilo estadounidense en la región. Al salir de la presidencia en Chile, Lagos fue Presidente del Club de Madrid – un club exclusivo de expresidentes dedicados a «promover la democracia» por el mundo. En ese «club», también figuran personajes vinculados con la desestabilización de los gobiernos de izquierda en América Latina como Jorge Quiroga y Gonzalo Sánchez de Lozada (ex presidentes de Bolivia), Felipe González (ex primer ministro de España), Václav Havel (ex presidente de la República Checa) y José María Aznar (ex primer ministro de España), entre muchos otros.
En el final, el «smart power» fue suficientemente inteligente para engañar a los que hoy se abrazan y celebran «el fin de la crisis» en Honduras. Pero para la mayoría del pueblo latinoamericano la victoria del «smart power» de Obama/Clinton en Honduras significa una sombra muy oscura y peligrosa que nos acerca. Apenás, iniciativas como el ALBA estaban logrando la independencia en América Latina del poder estadounidense. Por primera vez, los países y pueblos se levantaban en colectivo con dignidad y soberanía para determinar sus propios futuros. Y llegó Obama con su «smart power» y golpeó al ALBA, debilitó la integración latinoamericana y aplastó cualquier pensamiento sobre independencia y soberanía en el patio trasero de Washington.
Arrodillados y entregados ante Washington, «fue resuelta» la crisis en Honduras, la misma que se había fomentado en el norte. Ahora, se habla de Paraguay, Nicaragua, Ecuador y Venezuela, donde cada día aumenta la subversión, la contrainsurgencia y la desestabilización. El pueblo de Honduras sigue en resistencia, a pesar del «acuerdo» entre sus gobernantes. Su insurrección y compromiso con la reivindicación de sus derechos es el símbolo de la dignidad. La única manera de derrotar a la agresión imperial – que sea inteligente o que sea bruta – es a través de la unión e integración de los pueblos, a todo nivel.
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