2012/04/13

Crisis y medios: La Crisis Política y los Medios de Comunicación

Germán Rey
Para quienes trabajan en ciencias sociales, el tema de la comunicación es algo instrumental para su propio trabajo investigativo o ha sido un punto de contacto entre la producción de los saberes y la señalización de los mismos. Piensen en las laboriosas horas de archivo revisando prensa o incluso escuchando programas de radio de la época. Desde hace ya varios años la comunicación empieza a dejar de ser vista como un factor aledaño al trabajo investigativo en sí y por ello hoy podemos preguntarnos, por ejemplo, ¿por qué los medios de comunicación se han convertido en actores tan importantes, no solamente en cualquier análisis de la crisis política sino importantes en lo que se denomina en la actualidad la recategorización conceptual y práctica del quehacer político internacional en cualquier país del mundo?

"los medios se revelaron ante la opinión pública como factores políticos y creo que se está dando una modificación de la identidad de los medios como actores sociales" GR
Antes de tratar de responder este interrogante, cabe anotar que el problema que encierra nos ayuda a comprender el porqué del espacio que se están abriendo los estudios y escuelas de comunicación en el campo de las ciencias sociales o humanas. Y quizás en virtud de la misma comunicación de este y otros interrogantes, nos estamos familiarizando con preguntas como ¿cuál es la relación entre los procesos comunicativos y la configuración de la vida urbana?, ¿cuáles son los vínculos entre la comunicación y la globalización de las culturas?, ¿cómo se da la conexión entre los procesos de apertura y la globalización económica con la comunicación?, etc. Por fortuna, en América Latina se han iniciado varios estudios pioneros sobre el tema, y nombres como Néstor García-Canclini, Jesús Martín-Barbero, Carlos Monsiváis o Renato Ortiz ya no nos son desconocidos.

En el campo de lo político, tema global del presente libro, podríamos plantearnos las siguientes preguntas: ¿qué pasa con el diseño del Estado a partir de los procesos comunicativos? ¿Se han generado nuevos modos de representación política? ¿Cuáles son? ¿Se han creado nuevas formas para que el ciudadano acceda al debate público? ¿Acceder a las redes de información creadas por los medios les permitirá a los ciudadanos crear un espacio más creativo o eficaz de debate público?

Breve caracterización de los medios de comunicación
Hablar de comunicación en los años cuarenta, especialmente dentro de la escuela norteamericana, era hablar de cómo manejar la información o los flujos de información para hacer más eficiente el manejo de la guerra. Por fortuna esta situación ha cambiado, aunque más adelante haré una alusión a la forma como en Colombia persisten trazas de esta funcionalidad guerrera, al menos en lo que a escuelas se refiere, para abrir el discurso a enfoques más amplios, más contemporáneos.

Una de las primeras características que encontramos al hablar de medios hoy es que son un escenario de representación de lo social. Los medios escenifican ficciones de los conflictos sociales, con mayor o menor distorsión, diría que mayor, de las versiones que están en conflicto, de los puntos de vista que están en competencia en la sociedad, de las posiciones antagonistas respecto a ciertos temas o intereses. En el caso colombiano es claro que parte de la intolerancia que se vive en el país se debe al ejercicio del periodismo colombiano. Del periodismo militante, doctrinal si se quiere, de finales del siglo XIX, hemos llegado a un periodismo más cercano a las nuevas generaciones técnicas de las élites políticas, a un periodismo mucho más cercano a la gestión técnica del Estado, por una parte, y por otra, a un periodismo que (re)crea ficciones de la conflictividad y versiones sobre los diversos actores que hacen circular sin reservas.

Giovanni Bequeloni sostiene que la idea moralista de asociar comunicación con espectáculo debería revertirse hoy a una discusión mucho más seria de las relaciones entre comunicación, televisión y narraciones. Al menos los estudios de Rita Dileda parecen darle la razón. Dileda inicio sus investigaciones etnológicas pioneras en el campo de la comunicación cuando se encontraba elaborando otro tipo de estudios entre las comunidades campesinas de Italia. En ese momento llegaba la televisión al campo italiano y ella empezó a hacer las crónicas del encuentro entre los pobladores y la nueva tecnología. Uno de los aspectos más interesantes de la investigación de Dileda era la relación que los campesinos establecían entre lo narrativo y el nuevo medio y, a la vez, entre el medio y lo nuevo. Ya Walter Benjamin hablando de la prensa, o Baudelaire hablando del pintor moderno, se habían planteado un problema similar: la relación entre la modernidad y la idea de lo nuevo.

En el caso colombiano encontramos que los medios, aún con sus distorsiones e incluso con algunos discursos premodernos, son los que han facilitado un ingreso en lo moderno. Basta recordar que en los años cincuenta, cuando el país estaba acostumbrado a los sainetes o a las comedias de casona, en la televisión —que ya es un instrumento moderno, como lo dijo en su momento Bernardo Romero Lozano— se representaban obras de Strindberg o de Brecht, es decir, obras con estéticas totalmente diferentes a las que predominaban en esa época.

Una segunda característica de los medios es que son el espacio donde se configuran hoy las culturas políticas. Y no precisamente por esos diez minutos al aire que se le entregan a los diversos movimientos políticos; quizás a pesar de que llevan el rótulo de político sean lo más apolítico que hay en la actualidad. Los tres elementos principales que nos permiten identificar a los medios como espacio de configuración de culturas políticas, rápidamente, son su oferta de un sistema de interpretación política, la posibilidad de generar instancias del debate político y de confrontación electoral, y también, su condición de sitio social de expresión de los actores como también de silenciamiento y exclusión. A este respecto cabe recordar los últimos estudios de Paul Virilio, quien nos dice que a la postre es más importante lo que no nos dicen los medios, lo que callan, que lo que dicen. Y yendo más allá, a propósito del silenciamiento y la exclusión, Virilio afirma que las redes de informatización no están contribuyendo a crear precisamente una nueva ágora electrónica, todo lo contrario. Si miramos con detenimiento y cierto realismo esta ágora, lo que encontramos es que los medios están creando una suerte de nueva imagen pública internacional. La discusión sobre este punto es muy amplia y no la voy a abordar en este breve artículo, pero al menos creo que estamos de acuerdo en que no es real pensar que los medios contribuyen a formar esta nueva ágora o un espacio que se le parezca en modo alguno.

¿Cuáles serían las raíces de esta ficción? Un ejemplo sugestivo. Durante su gobierno, Belisario Betancur dice que prefiere una prensa desbordada a una prensa censurada y se pone a la tarea de transferir el dominio de la televisión a la comunidad a través de un mediador que se llamó Consejo Nacional de Televisión. ¿Qué quedó de este debate, especialmente en la discusión sobre información en la Constituyente del 91? Para darnos una idea recordemos que solamente hubo dos artículos de la nueva Constitución que se votaron en secreto: el de la extradición y el de la televisión. Estos son los dos temas que se deben votar en secreto en Colombia. Esto no nos impide plantearnos el problema de la relación entre el acceso de los grupos económicos a los medios y el aumento o disminución del espacio público o incluso las restricciones a dicho espacio.

El Proceso 8.000
El Proceso 8.000 es una especie de laboratorio muy interesante para reflexionar sobre los problema que surgen de la relación medios de comunicación — política. Pude seguir el desempeño de los medios durante el Proceso porque participé en la Comisión Ciudadana de Seguimiento que siguió el proceso al presidente de la República. Puedo decir que durante el Proceso 8.000 los medios se revelaron ante la opinión pública como factores políticos y creo que se está dando una modificación de la identidad de los medios como actores sociales. Más aún, cuando se piensa en la relación entre los medios y otros actores sociales y culturales, como sucede cuando los medios de comunicación deben informar sobre una licitación en la cual ellos concursan o casos por el estilo.

El Proceso 8.000 hizo visible del todo la identidad que están adquiriendo los medios como actores sociales al igual que la naturaleza de sus alianzas. Ya nos es mucho más clara esa transición del periodismo militante y doctrinal decimonónico al periodismo de la transregulación, como se le conoce hoy, donde el liderazgo no reside en los partidos políticos sino en la empresa privada.

Otro punto muy interesante que nos abrió todo un espectro de posibilidades investigativas fue el ritual de la confesión que protagonizó Fernando Botero, ritual que fue craneado hasta el más mínimo detalle por todo un equipo de asesores de mercadeo político. Desde la perspectiva de los medios —que es la que nos interesa por el momento—, el ritual de la confesión de Botero nos mostró que el funcionamiento de los medios obedece más a la lógica de la publicidad y del acontecimiento que a la lógica de la puesta en escena de lo público.

Quizás ustedes se preguntarán que si es tal el poder de los medios, ¿por qué no pudieron derrocar al presidente Samper? La respuesta es casi de Perogrullo: sencillamente porque no podían hacerlo. A diferencia de lo que aconteció con el fin de la dictadura de Rojas Pinilla en el 57, supuestamente dirigida por un sacerdote desde La Porciúncula con apoyo de la opinión pública y la de los medios, los golpes de opinión ya no son posibles en sociedades modernas, fragmentadas y laicas. Este es un punto interesante para discutir. Y otro paso que marca esta transición es el de la concepción del periodismo como oficio a la concepción del periodismo desde la lógica de los medios.

El Proceso 8.000 también nos mostró la transformación de las estructuras familiares de los medios en estructuras empresariales, con los cambios que conlleva en la percepción de los actores en conflicto y en la construcción de la información misma. Tomemos por ejemplo una de las últimas columnas de Enrique Santos que habla sobre el quehacer periodístico. En pocas palabras, él se reconoce como un actor del conflicto, como un periodista que reconoce su participación con intereses privados en el mundo de la información. La pregunta que surge es si se puede ser independiente cuando se pertenece al negocio de la información, de los beepers, de la televisión digital, la multimedia, etc. Y esto no solamente sucede en Colombia. En España genera un debate álgido las relaciones entre el Psoe y el Grupo Prisa, entre El País de Madrid y el grupo de derecha de Aznar.

El juego político se está dando ahí, y por ello todavía me parece sorprendente que en las discusiones políticas no aparece por ninguna parte el debate sobre las comunicaciones, las telecomunicaciones, la informatización, el tránsito de los medios hacia formas multimediales, el paso de la funcionalidad homogénea hacia la heterogeneidad, etc.

Respecto a los grupos económicos la situación es otra. De hecho, estos debates ya están fuera de discusión. Después de aprender la lección del siglo XIX cuando actuaron de manera miope ante el descubrimiento de la linotipia, en el siglo XX ha sido claro para ellos que los medios no solamente son un lugar de inversión económica; también son el espacio ideal para reproducir sus formas de funcionamiento económico. Las redes informativas han sido un factor favorable para asentar nuevos negocios y formas particulares de representación política.

La inexistencia de este debate a lo largo del siglo XX hace que datos tan significativos como que la mayoría de los presidentes desde 1886 hasta la fecha hayan sido periodistas —buenos, malos o regulares, tanto como periodistas como presidentes pues se encuentra toda suerte de combinatorias—, todavía nos sorprenden. Claro que no a todos, pues quienes conocen algo o se mueven entre el tejido del poder político en Colombia aspiran a ser periodistas alguna vez. Quizás esta sea una explicación a esa extraña coincidencia de que tanto Pablo Escobar como Fernando Botero anunciaran desde la cárcel su intención de ser periodistas apenas quedaran en libertad. Y es la misma conexión que hay desde San Clemente y Marroquín, es la misma conexión que genera ese vaivén entre la espada, la letra, el periodismo y la política. Hoy también nos es clara la forma en que la comunicación ha entrado a ser perfectamente funcional a la gestión del Estado. Y esto ya no nos sorprende: periodistas que son nombrados como embajadores, ministros, consejeros o asesores presidenciales, periodistas que visitan las consejerías y consejeros que se pasean por los medios sin ningún tipo de recelo ético, en fin, los vínculos entre medios y clase política tradicional. Es lo que hemos denominado la recomposición de las relaciones.

Este tema se encuentra con más detalle en un texto inédito mío llamadoCuando desde la isla se atisban barcos, un juego narrativo a partir deBarca de la medusa de Jerick Co y el capítulo IV de la novela de Julian Barnes, La historia del mundo contada en diez capítulos y medio. La isla es un sistema insular —como el medio televisivo colombiano— frente al advenimiento de los barcos que aparecen a lo lejos para recuperarnos del naufragio de las privatizaciones y —estoy casi seguro— en algunos añosdiremos Qué bueno era vivir en ese naufragio, tan ideal que era.

Es la historia de un asco esta relación entre medios y política tradicional. Es la diatriba de voceros de la clase política tradicional en la discusión sobre la Ley de Periodismo enfrentada a la diatriba de los columnistas de los periódicos más tradicionales del país frente a la clase política tradicional, con la que han mantenido relaciones de afinidad absoluta —incluso en la actualidad— desde hace mucho tiempo. Pero también debemos reconocer que empiezan a darse pequeñas recomposiciones en la relación medios-política: algunos medios establecen nexos con otros actores, como las ONG que trabajan por los derechos humanos y en general con la temática de los derechos humanos. No por ello debemos desconocer el daño que la prensa les ocasionó a las ONG cuando inventó la cadena ONG—Derechos Humanos—Guerrilla en la puerta de los paramilitares y del ejército.

Otros actores que empiezan a establecer relaciones con los medios son algunos miembros de la academia, y ya podemos preguntarnos qué sucede cuando Alejandro Reyes escribe, cuando Héctor Abad Faciolince también lo hace, cuando Alfredo Rangel habla de temas como la seguridad, cuando Juan Tokatlián habla de relaciones internacionales, cuando el Iepri hace un análisis de coyuntura, etc. ¿Qué está sucediendo ahí?

Por supuesto, a este cambio también contribuye la escisión de los intelectuales de la Escuela de Francfort, como nos lo hiciera notar Eco en su breve artículo El intelectual en la discoteca aparecido en la ECO en los años setenta u ochenta. Según Eco, el intelectual descubre que su participación en los medios —o su ingreso en la discoteca— no significa que haya sido cooptado, ni que se estuviera mancillando su conciencia, ni cosa por el estilo.
Finalmente, para retomar a otra intelectual, Hannah Arendt, y su texto ya clásico del 58, La condición humana, en el capítulo sobre la escuela pública vs. la escuela privada, dice que lo público es lo que es visto y oído por todos. En esta discusión sobre los medios y lo público, ¿qué es lo que los medios han ayudado a hacer público? ¿A qué le han dado visibilidad? ¿Qué es lo que nos dejan ver detrás de su carnaval orgíastico de la publicación de las fuentes y de las indagatorias compradas en las primeras páginas?

No puedo menos que mencionar esa mezcla paradójica entre visibilidad y zonas de oscuridad que caracteriza la labor de los medios en Colombia. En el Proceso 8.000 esto fue palpable: en el afán de visibilidad del Proceso, los medios tendieron mantos de oscuridad sobre determinados temas. Y por supuesto, no solamente sobre este proceso en particular. Un análisis no coyuntural de esta coyuntura nos demuestra que algo de razón tiene la hipótesis de que los medios actúan más guiados por la lógica de la publicidad que por la lógica de poner en escena el debate de y sobre lo público.

John Berger alguna vez dijo que la visibilidad es la metáfora de lo público porque en el mundo de los muertos no hay visibilidad. Arendt por su parte afirmaba que la democracia es el más charlatán de los sistemas políticos porque así debe serlo: toda violencia es muda, dice. No sé si es mudez o invisibilidad, como tampoco sé si los medios nos están llevando fuera de ese mundo de los muertos o a qué hechos o acontecimientos sociales está dotando de visibilidad. Estas eran algunas de las cosas que les quería comentar hoy.

Fuente: pcvchacao-enlucha.blogspot.com Y http://www.utopica.com/SimposioCrisis/crisisy.htm

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