“El proletariado se valdrá de la dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas…” Al final del mismo se plantea: “Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos solo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Que las clase dominantes tiemblen ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!”. Es fundamental entender el momento histórico en el cual el Manifiesto fue escrito: el año 1848 fue parte de una época de revoluciones en toda Europa en las cuales ya los obreros se enfrentaban a los capitalistas sin embargo de lo cual su fuerza política era apenas incipiente y por ello fueron derrotados. Es en 1871 que en Francia, con ocasión de desbarajustes económicos y político y ante una guerra con Prusia, los obreros acceden al poder instaurando lo que se denominó la “Comuna de París”. Pero también aquí los obreros fueron derrotados después de dos meses de intensos combates políticos y armados.
En carta de Marx a Ludwig Kugelmann considera como elementos causales de la derrota: “…si son vencidos, la culpa será, exclusivamente, de su “buen corazón”. De debía haber emprendido sin demora la ofensiva contra Versalles, en cuanto Vinoy, y tras él la parte reaccinaria de la Guardia Nacional, huyeron de París. Por escrúpulos de conciencia se dejó escapar la ocasión. No querían iniciar la guerra civil, ¡como si el mischievous avorton de Thiers no la hubiese comenzado ya cuando intentó desarmar París!. El segundo error consiste en que el Comité Central renunció demasiado pronto a sus poderes, para ceder su puesto a la Comuna. De nuevo ese escrupuloso “pundonor” llevado al colmo. De cualquier manera, la insurrección de París, incluso en el caso de ser aplastada por los lobos, los cerdos y los viles perros de la vieja sociedad, constituye la proeza más heroica de nuestro partido desde la época de la insurrección de junio….” (C. Marx. F. Engels- obras escogidas Editorial Progreso Tomo II Moscú 1981 Pág. 444).En la introducción para la tercera edición alemana de “La Guerra Civil en Francia”, publicada en 1891, Engels comenta las causas de la derrota de la Comuna en la siguiente forma: “…Los miembros de la Comuna estaban divididos en una mayoría integrada por blanquistas, que habían predominado también en el Comité Central de la Guardia Nacional, y una minoría compuesta por afiliados a la Asociación Internacional de los Trabajadores, entre los que prevalecían los adeptos de la escuela socialista de Proudhon. En aquel tiempo, la gran mayoría de los blanquistas sólo eran socialistas por instinto revolucionario y proletario; sólo unos pocos habían alcanzado una mayor claridad de principios, gracias a Vaillant, que conocía el socialismo científico alemán. Así se explica que la Comuna dejase de hacer, en el terreno económico, muchas cosas que, desde nuestro punto de vista actual, debió realizar. Lo más difícil de comprender es indudablemente el santo temor con que aquellos hombres se detuvieron respetuosamente en los umbrales del Banco de Francia. Fue éste además un error político muy grave. El Banco de Francia en manos de la Comuna hubiera valido más que diez mil rehenes. Hubiera significado la presión de toda la burguesía francesa sobre el Gobierno de Versalles para que negociase la paz con la Comuna. Pero aún es más asombroso el acierto de muchas de las cosas que se hicieron, a pesar de estar compuesta la Comuna de proudhonianos y blanquistas. Por supuesto, cabe a los proudhonianos la principal responsabilidad por los decretos económicos de la Comuna, lo mismo en lo que atañe a sus méritos como a sus defectos; a los blanquistas les incumbe la responsabilidad principal por los actos y las omisiones políticas. Y, ambos casos, la ironía de la historia quiso (como acontece generalmente cuando el poder cae en manos de doctrinarios) que tanto unos como otros hiciesen lo contrario de lo que la doctrina de su escuela respectiva prescribía.
“Proudhon, el socialista de los pequeños campesinos y maestros artesanos, odiaba positivamente la asociación. Decía de ella que tenía más de malo que de bueno; que era por naturaleza estéril y aun perniciosa, como grillete puesto a la libertad del obrero; que era un puro dogma, improductivo y gravoso, contrario por igual a la libertad del obrero y al ahorro de trabajo; que sus inconvenientes crecían más de prisa que sus ventajas; que, por el contrario, la libre concurrencia, la división del trabajo y la propiedad privada eran otras tantas fuerzas económicas. Sólo en los casos excepcionales - así calificaba Proudhon la gran industria y las grandes empresas como, por ejemplo, los ferrocarriles - estaba indicada la asociación de los obreros” ( Federico Engels, Londres, en el vigésimo aniversario de la Comuna de París, 18 de marzo de 1891- C. Marx. F. Engels- obras escogidas Editorial Progreso Tomo II Moscú 1981 Pág. 197).
Pero el mismo Engels, unos años después, Marzo 6 de 1895, en introducción a “Las Luchas de clases en Francia”, de Marx, analiza el momento histórico de esas luchas y consigna el avance que los partidos socialdemócratas han logrado en varios países europeos gracias a la utilización, por parte de los obreros, del sufragio universal: “…Gracias a esta eficaz utilización del sufragio universal, un novísimo modo de lucha del proletariado era puesto en acción y se desarrolló rápidamente. Se comprobó que las instituciones de Estado - donde se organiza la denominación (sic) de la burguesía -, dan todavía nuevas oportunidades para que la clase obrera pueda combatir en esas mismas instituciones de Estado. Se participó en elecciones de las diferentes Dietas, concejos municipales, consejos notables; se le disputó a la burguesía cada uno de los puestos en los cuales una parte suficiente del proletariado tuviera algo que decir. Y así fue que la burguesía y el gobierno llegaron a temer más a la acción legal que a la acción ilegal del partido obrero, a sus éxitos electorales más que a los de la rebelión.
“Pues también para la rebelión se había transformado seriamente las condiciones de lucha. La rebelión a la manera antigua, el combate de calles con barricadas que hasta 1848 decidía en última instancia, estaba considerablemente anticuado…”
Y termina Engels con esta frase que puede, hoy, estar vigente aquello que quiso decir: “…La ironía de la historia pone todo al revés. Nosotros, los “revolucionarios”, los “saqueadores”, prosperamos mejor mediante los medios legales que con los ilegales y el desorden. Los partidos del orden - como ellos se llaman-, perecen en el orden legal que ellos mismos han creado. Con Odilón Barrot gritan desesperados: la legalidad nos mata, en tanto que nosotros con esta legalidad nos hacemos músculos firmes y mejillas rosadas y respiramos la eterna juventud. Y si no somos lo bastante insensatos para dejarnos empujar al combate de calles, para complacerlos, no les quedará finalmente otra cosa que romper ellos mismos esa legalidad que les resultó tan fatal…” ( Las Luchas de Clases en Francia- Carlos Marx - Editorial Claridad- Buenos Aires- Biblioteca de cultura socialista Volumen 6- Segunda edición, julio de 1968).
Lo que llama la atención tanto en el análisis que hace Marx, como el de Engels, es que tanto el fracaso como el avance de las luchas sociales a las que se refieren, se las atribuyan a factores subjetivos; en efecto, son los personajes, los líderes los que causan la derrota en el caso de la Comuna de París, como el voto de los obreros lo que determina su presencia y representación en instituciones del Estado en pugna electoral con la burguesía.
Lo que algunos dirigentes políticos han hecho es comentar para elogiar o para criticar los planteamientos de los dos fundadores del socialismo científico; en ambos casos se considera a los mismos como una especie de sabios o dioses imposible de equivocarse o de llevar a cabo análisis erróneos o subjetivistas. Aunque estos dos grandes pensadores hubiesen reiterado su antidogmatismo, sus seguidores y apologistas los han convertido en una especie de pontífices del socialismo y el comunismo que “ex cátedra” no se equivocan.
Nada más subjetivista que el análisis antes trascrito. Pero es explicable dentro del contexto de la lucha de clases que en esos momentos históricos se desarrollaban allí en donde ellos se encontraban y al frente de las cuales ellos se situaban como orientadores teóricos y prácticos. El movimiento obrera era, cuantitativamente, poderoso; inmensas masas de obreros se movilizaban contra la explotación capitalista que, en ese momento, era más intensa que ahora cuando la máquina suaviza el trabajo de los obreros pero, al mismo tiempo, los expulsa de la producción al reemplazarlos.
En lo que los dos genios del socialismo no profundizaron fue en la ideología del obrero común y que es general en todos ellos: el obrero busca mejorar sus condiciones de vida materiales en forma individual, no en forma colectiva. Lo colectivo, para el obrero, es un medio de alcanzar el mejoramiento individual y de su familia que es lo mismo porque la familia no es otra cosa que la prolongación del individuo. El obrero se asocia a su sindicato porque por medio de él obtiene mejores salarios, acceso a la vivienda, a la educación, etc. Pero el obrero o el sindicato nunca proponen una economía diferente a aquella en la cual viven y de la cual viven. De hecho, las cooperativas, que son una forma de economía solidaria, las componen personas de los sectores medios de la población, generalmente medianos y pequeños propietarios y muchos vinculados a oficios artesanales. Marx y Engels y otros dirigentes socialistas idealizaron al obrero, lo consideraron “bueno” por naturaleza: nada más erróneo. El obrero es otro ser humano, similar al capitalista o al no capitalista, con sus defectos y sus cualidades: ni más ni menos.
Los obreros, como la gran mayoría de la población, esperan obtener beneficios materiales por parte del Estado; como el Estado capitalista no les da lo que desean, siempre, cualquiera que se el gobierno de turno, se manifiestan en protestas masivas contra éste; la celebración del Primero de Mayo es, desde que se oficializó como día del Trabajo, una manifestación antigubernamental en todos los países del mundo y se ha convertido en una parafernalia de carácter folclórico en la mayoría de los casos.
La experiencia demostró, con creces, lo anterior: las dirigencias políticas que, a nombre de los obreros, del proletariado, accedieron al poder y asumieron la dirección del Estado, convirtieron a éste en un espacio burocrático que fue degenerando poco a poco hasta colapsar definitivamente; la riqueza del acumulado social fue asaltada por los más audaces y las mafias se convirtieron en gobernantes, cosa que no sucedió, de la misma forma, en los países capitalistas tradicionales. Si hoy los millonarios de Rusia invitan a los más connotados artistas de Occidente para que alegren sus fiestas a cambio de millones de dólares, éstos los adquirieron saqueando al Estado, el mismo Estado que habían tenido en manos los miembros sus partidos comunistas; porque esos millonarios salieron de esos partidos, sus organizaciones juveniles y demás organismos políticos.
Pensar en que quienes hoy siguen agitando banderas políticas de corte “socialista” o “comunista” no van a repetir la experiencia, es iluso e ingenuo. Puede que si llegaran al poder no la repetirían exactamente igual porque no hay fenómeno alguno igual en el universo: lo harían en mejores condiciones, pero para ellos porque el acumulado material social de la Humanidad y de los pueblos es, ahora, mayor al que existía cuando sus antecesores llegaron al poder.
El real análisis que se ha de hacer de lo sucedido debe estar situado en la estructura material de la sociedad dentro de la cual esos dirigentes actuaban en su momento histórico. En el caso de las luchas obreras de 1848 y de 1871, el capitalismo era aún incipiente y la burguesía ejercía un poder fuerte, represivo; en el caso del acceso de los bolcheviques en Rusia en 1917, la burguesía rusa era débil y la estructura económica estaba en manos del capital inglés, alemán y francés principalmente; el zar era incapaz de enfrentar las circunstancias de una guerra con el exterior y una agitación en su interior. Tampoco lo pudo hacer el débil partido de Kerensky; Lenin, al frente de la fracción bolchevique, asalta el poder, incluso en contra de su comité de dirección; pero el golpe no corresponde a una insurrección obrera porque, a diferencia de la Comuna, los obreros de Rusia eran poco numerosos y su concentración se encontraba en los ferrocarriles, no en la industria. Los comunistas que llegaron al poder en la Europa Oriental lo hicieron de la mano del ejército soviético que los limpiaba de la invasión nazi.
Lo real es que ni los obreros, como clase, ni su supuesta representación ideológica y política ha podido trascender el modo de producción capitalista; hay y ha habido obreros que, individualmente, han llegado al poder del Estado. Ellos tampoco han podido trascender el modo de producción capitalista. La causa, para nosotros, no es otra cosa que la ideología que ellos poseen, la ideología individualista de propietario individual que genera, necesariamente, el capitalismo, modo de producción de propiedad privada individual sobre los medios de producción y distribución. En las naciones más poderosas económicamente, puede haber una estructura que posibilitaría la colectivización de la misma; sin embargo, la ideología dominante individualista del conjunto social lo imposibilita por ahora.
Lo que algunos pretenden revivir, el proteccionismo de Estado o el Capitalismo de Estado, es otro paso que no llevará a la socialización de la estructura económica; mientras no sea la misma comunidad la encargada de asumir, colectivamente, la propiedad de la estructura, la posibilidad de la trascendencia al socialismo estará lejos; esto no quiere decir que no ha de llegar. Llegará pero de la mano de una ideología que surgirá de la práctica práctica, la cual va generando una práctica teórica que la legitimará y reforzará.
Si de los gremios artesanales surgidos en el feudalismo surge el comerciante y el fabricante, convertidos en próspero capitalistas, de las formas colectivas de producción surgirá el modo de producción socialista. Lo demás será siempre una experimentación utópica, idealista, nunca materialista ni dialéctica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario